I
Alrededor de las siete de la tarde el
móvil vibró un par de veces e, inmediatamente después, emitió un largo y sonoro
pitido. Adela, que en ese momento se disponía a guardar la ropa que acababa de
planchar, con un ágil giro de cintura desvió su trayectoria y se dirigió hacia
donde se encontraba el terminal.
Se detuvo junto a la mesa del salón y, sin
soltar la cesta de mimbre que transportaba con ambas manos, miró durante un
momento la pantallita azul aún iluminada. El icono con forma de sobrecito parpadeaba,
indicando que un SMS acababa de recibirse.