miércoles, 26 de agosto de 2020

Abrazos furtivos

***LA NOCHE ***

A veces, desde que te marchaste, cuando me despierto en medio de la noche en mi habitación acunado por la oscuridad y mecido por el silencio, en ese estado mágico de duermevela en el que siempre se consigue lo que se anhela sin apenas esfuerzo, logro detener el tiempo. Y entonces puedo hacer realidad cualquier pensamiento. Cualquier situación que desee se materializa y sucede en realidad. Y soy capaz de manipular a cronos como si de una moviola se tratase, yendo hacia adelante y hacia atrás a voluntad, viviendo y reviviendo una y otra vez  decenas de veces cada instante deseado. Y puedo ver, oír, oler, gustar y tocar. Y sentir miedo, compasión, rabia, deseo, ira... Todas las emociones son reales. Y las cosas acontecen y transcurren de la misma forma y con la misma esencia con la que suceden en la otra realidad; en la realidad consciente de la luz y el espacio; en esa siniestra realidad en la que casi todos estamos obligados a ocultar lo que sentimos, a acallar nuestros deseos y a fingir casi siempre diciendo y haciendo lo que los demás esperan de nosotros, aunque lo que les mostremos no sea verdad, aunque no nos beneficie a ninguno.

··· EL DÍA ···


Ayer, después de mucho tiempo te vi venir hacia mí de nuevo, sonriendo como siempre, a lo lejos. Y otra vez volvió a suceder lo que sucede siempre: que a medida que la distancia entre los dos se acorta el tiempo transcurre más lento y mi corazón, azorado, galopa.

Ayer, como tantas otras veces, todo sucedió con lentitud. La luz dibujó en mis pupilas una imagen difusa, y recuerdo que, aún no sé cómo ni por qué, me pregunté si serías tú y no otra a quién yo divisaba a lo lejos. Mi cerebro rebuscó entonces entre miles de recuerdos almacenados comparando tu silueta, todavía desdibujada, pequeña y lejana, con infinidad de patrones aprendidos. Pero supe a ciencia cierta que eras tú, cuando un torrente de adrenalina fluyó por mis venas y desbocó a mi corazón. 
Los segundos me parecieron entonces minutos y los minutos horas, y el espacio pareció crecer, y el tiempo se ralentizó como en un sueño pesado y espeso. 
Luego llegaste a mí, y todo ocurrió muy rápido, demasiado rápido. Como si fuesen fotogramas que a cámara rápida se suceden uno tras otro. Un paso tuyo, y luego otro, y otro. No podía ver a nadie más en ese momento aparte de ti, otra vez todo el mundo se esfumó, de repente. 
La cadencia del repiqueteo de tus pisadas se adueñó del tic tac del tiempo… tic tac… tic tac… embrujándome… tic tac… un brazo… tic tac… el otro… tic tac, tic tac… 
El mundo se diluyó. No sé qué fue de él. Solo sé que dejó de existir mientras tú te me acercabas y tu perfume me invadía. 
Y pegado a ti dejé de oír el tic tac, y al mundo, y a sus cosas. Y cuando tu mirada poseyó a la mía me abandoné a ti navegando en una infinita cascada de luz que me derramó en tu interior.
Tu piel cada vez más cerca y tu perfume embriagándome. Mis labios buscando a los tuyos… 
Te oigo respirar y tu calor invade todo mi ser, estremeciéndome. Tu cara suave como la caricia de una madre en mi cara. Tu aliento en mi aliento, abrazándome por dentro como un huracán de pasión. Mis ojos en los tuyos, ambos entornados. Y yo derritiéndome bajo tu pelo que oculta mi deseo. Mi boca buscando a tu boca. Nuestros labios rozándose apenas… Mientras un suspiro silencioso que escapa de mi garganta me delata y una bocanada de tu calor baña mi cuello… y yo tiemblo, y rezo para que el tiempo se detenga mientras tú retrocedes, y yo busco tu otra mejilla con el mismo ímpetu que un náufrago sediento anhela su isla… sin despegarme apenas de ti, para así poder volver a rozar tus labios una vez más… de lado a lado esta vez… ansiando sentir de nuevo ese chispazo eléctrico, infinito, mágico, que recorre mi columna cuando tu boca y la mía se confabulan para abordarse apenas clandestinamente.

Pero, como sucede siempre en esta realidad, no soy capaz de controlar el tiempo, por eso todo transcurre muy rápido, demasiado rápido. Entonces me pego más a ti. Mis manos se aferran a tus brazos palpándote con fuerza. Tus brazos se aferran a mi cintura y me envuelven en un abrazo indescriptible que me hace vibrar. Nuestros pechos se acompasan y vibran buscándose. Siento tu latido intenso fundiéndose con el mío… cada vez más rápido... estoy a punto de gritar de impotencia, de rabia. Siento la desesperación del que se sabe morir y no puede hacer nada para evitarlo. Necesito apretarte contra mí para perpetuar este instante atrapado en la luz. Porque yo no quiero rozarte, ni tocarte, como el que toca el aire o el agua. Yo lo que quiero es besar tus labios apasionadamente, acariciarte, abrazarte… morir pegado a ti.

Si… ¡ya sé que no puedo!…  ¡ya sé que no debo!… por eso clamo al cielo, para que eternice este momento. Pero en esta realidad, en la realidad de la luz y el espacio, todo va muy deprisa, demasiado deprisa. Y me invade la congoja porque nuestros cuerpos comienzan a separarse. 
Tú retrocedes y yo tiro de ti. No quiero que te vayas. Me niego a dejarte ir. Necesito prolongar este momento.
Noto cómo, por un instante casi imperceptible, tú te dejas llevar y me miras a los ojos queriendo, pero sin poder, y yo sonrío mirándote de reojo y vuelvo a vibrar ¡Maldito sea el tiempo que no cesa! ¡Maldita sea la luz que nos delata! 
Mis dedos presionan tus brazos aferrándose a ellos para no dejarte ir. Tus dedos se hincan en mi cintura como garfios sedientos que sufren al verme marchar… Después de eso no me queda nada, solo luz y soledad y gente inoportuna, que nos observa escrutándonos.

Adiós a la dulce caricia de tus mejillas arreboladas, a tus labios cálidos, a tu piel de melocotón. Adiós al dulce perfume que fluye de tu cuerpo cautivándome, enloqueciéndome. Adiós al abrazo de tu pecho terso y duro. Adiós a la dulce seducción de tu mirada cautivadora.

Ahora ya solo me reconforta tu partida. Te acabo de saludar y ya quiero que te marches. Quiero que el tiempo vuele ahora. Que transcurran veloces las horas y los días. …


¿Cuándo dices que te marchas?… ¿en un par de días…Y entonces sueño con tu partida. Quiero que te marches ya para así poder volverte a besar y a rozar tus labios cuando vuelvas. Para poder volver a abrazarme a tu cuerpo durante este momento brevísimo que quisiera conservar para siempre, para rememorarlo a cada instante, una y otra vez abrazado a ti.
Pero hasta que regreses de nuevo, ya solo me queda esperar y volverte a sentir, en ese estado mágico de duermevela en el que siempre se consigue lo que se anhela sin apenas esfuerzo, ese instante mágico en el que yo logro detener el tiempo…


 ¡Que tengas buen viaje!  Y por favor… vuelve pronto… 

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