lunes, 12 de enero de 2015

Cuatro patas para un banco.



Un pájaro se posó
sobre la testa de un gato,
y mi perro, desde la casa,
los miraba todo el rato.



El maullador pregunto al perrillo,
asustado y timorato,
si a él le parecería bien
llevar sobre sus lomos a un gato,
y como el perro dijo que sí
subiósele encima ipso facto.

Así deambulaban los tres,
por los arriates del patio,
cuando mi burro, Pisón,
los vio aparecer caminando:
el gato sobre el perro
y el pájaro encima del gato.

El asno, que es tontorrón
y además esta cegato,
se acercó al gracioso minino
e intentó subir también él
sobre la cabeza del pájaro.

El ave se asustó mucho
y le dijo que, en todo caso
él, que era tan grande,
debía de ponerse debajo.
El burro, por fin, lo entendió
y accedió a hacerlo encantado.
Así se montaron los cuatro:
el burro debajo del perro
y éste debajo del gato,
que llevaba sobre su chorla
al minúsculo pájaro.

El grupo así se pasea
yéndose arriba y abajo,
los cuatro muertos de risa
y haciendo mucho teatro.

Pero, picó de improviso una avispa
al borrico Pison en el rabo,
y fue con tan mala fortuna
que el burrito perdió el paso
y calleron los cuatro rodando
sobre las losas de mármol;
las que puse junto a la yedra,
donde están los geranios,
junto a la fuente de piedra
en la que beben los pájaros.

!Ay!, madre mía qué porrazo.
Si yo esto lo llegó a saber;
que se harían tanto daño,
hubiera prohibido al borrico
que abandonara el establo.
Al perro, su cadena y un pellizco.
Y al gato, que fue el inventor
y dio pábulo al pajarito,
le habría dado un capón
en la punta del hocico.

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